viernes, diciembre 11, 2009

La Virgen Revolucionaria y adelantada a su epoca

La historia de la aparición de la virgen de Guadalupe que este día 12 se celebra en México (y en muchas localidades mexicanas en EUA, pero pomposamente dicen que también en “todo el mundo”) y de lo cual otros compañeros de la fe Monesvoliana podrán relatar mucho mejor que yo. Simplemente rescato algunos fragmentos del libro “Mitos de la historia mexicana: de Hidalgo a Zedillo” de Alejandro Rojas, correspondiente al capítulo “La virgen en pie de guerra”, referente precisamente a este dogma de la cultura mexicana.

Hacia 1810, la imagen de la virgen de Guadalupe era la más venerada de toda la Nueva España y la mayoría de sus habitantes eran fervorosamente guadalupanos. Desde 1531, la historia que refería la aparición de la madre de Dios en el cerro donde los aztecas veneraban a la diosa Tonantzin --“nuestra madrecita”-- no tenía lugar a dudas; era aceptada y respetada por todos los estratos sociales.

No era un azar que --según la tradición-- la virgen se hubiera mostrado ante un humilde indio como era Juan Diego; era una señal divina que hacía del reino de la Nueva España un pueblo “elegido”. A mediados del siglo XVIII, el jesuita Juan Antonio de Oviedo sostenía que la aparición de la Virgen, por sí misma, había dejado una prueba irrefutable de su milagroso poder:

“Con haber santificado con el sagrado contacto de sus pies la Santísima Virgen aquel cerro, se acabó del todo la adoración de aquel ídolo diabólico [la diosa Tonantzin], y de todos los contornos de México se ha desterrado la idolatría”.

Existían pruebas suficientes para demostrar que Dios había enviado a su madre a conquistar la fe de la América Septentrional. “En más de doscientos... no se ha visto jamás en ella endemoniado alguno, de cuyo cuerpo tenga el demonio posesión: trabajo que se padece muy ordinario en todo el resto del mundo”. Su fama se conocía allende el mar. La tradición refería el caso de un europeo que sintiéndose poseído por un espíritu maligno había aliviado el mal de su alma al pisar tierras novohispanas. Otra historia aseguraba que el manto de la Guadalupana era tan poderoso como para librar a la Nueva España de la peste que asolaba con frecuencia a Europa y si bien otras epidemias habían diezmado a la población en América, nunca fueron tan graves como los cientos de miles de vidas que la peste cobró en el viejo continente.

En la historia de la “Virgen Morena”, hubo momentos en que se pensó que, parafraseando a “Les Luhiers”, era una adelantada… o sea, que llegó antes de la fecha oficial de su aparición:

La imagen de la virgen morena se ganó rápidamente el corazón de la mayoría de los novohispanos, sobre todo de aquellos que habían nacido ya en territorio americano o cuyos antepasados tenían siglos de habitar en él. La devoción se desarrolló de manera natural y fue en aumento desde 1531, pero no fue sino hasta el 27 de abril de 1737 --probablemente por razones políticas-- cuando se le declaró patrona de la ciudad de México. Diez años más tarde ya lo era de toda la Nueva España.

Desde su aparición en 1531, la historia de la virgen de Guadalupe giró básicamente alrededor de su festividad, milagros, y procesiones. Pero en 1794 a sus páginas se agregó un pasaje curioso que en su momento escandalizó a la jerarquía eclesiástica y a más de un devoto. En su sermón guadalupano correspondiente al año de 1794, fray Servando Teresa de Mier expuso su visión de la aparición de la virgen –que no era otra que la sostenida por el nacionalismo criollo de la segunda mitad del siglo XVIII.

Fray Servando no negaba el milagro guadalupano pero lo situaba siglos antes de 1531, en las primeras décadas de la era cristiana. Su premisa inicial sostenía que la "imagen de nuestra señora de Guadalupe" no estaba pintada en la tilma o ayate de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás apóstol, que llevando la palabra de Dios hasta los confines del mundo había llegado al continente Americano. Hacia el año 44 de nuestra era, los indios veneraban la imagen en el cerro de Tenayuca en donde Santo Tomás la había colocado, pero varios infieles renegaron de la fe cristiana y atentaron contra la imagen guadalupana. Para protegerla, el apóstol la escondió y diez años después de la conquista, la virgen se apareció frente a Juan Diego, le mostró la capa de Santo Tomás y le ordenó que la llevara ante fray Juan de Zumárraga.
El resto de la historia era de todos conocida.

Sin embargo, esto incluso le hubiera costado su excomulgación, pues desligitimaba la razón “oficial” de la conquista:


A la jerarquía eclesiástica presente en el evento, pareció una historia absurda, propia de un enemigo de la religión y de la virgen; razones demás para desterrarlo de la Nueva España. Sin embargo, su trasfondo era claramente político: si la conquista y dominación española se había justificado en nombre de la evangelización, al aceptarse la explicación de fray Servando de que tiempo antes de la llegada de los conquistadores los indios ya conocían el cristianismo, la conquista quedaba sin legitimación moral, legal y espiritual.

Sin embargo, lo significativo era que la Virgencita no sólo era políticamente incorrecta son una revolucionaria en potencia bajo la bandera de los independentistas…

El famoso sermón era un indicativo de lo que sucedía en los últimos años del siglo XVIII en la capital de la Nueva España. Los criollos que por generaciones habían nacido en territorio Americano, comenzaban a reivindicar elementos que podían constituir a la patria mexicana criolla: territorio común, historia compartida desde 1521, cultura, y religión. Por sobre todos aquellos elementos, se levantaba la devoción por de Guadalupe, aparecida en tierras mexicanas y a los propios mexicanos --“con ninguna otra nación hizo nada igual”--. A partir de entonces, y sólo por algunos años, a los ojos de los criollos que iniciarían la independencia, la guadalupana, sería la virgen de los nacidos en el territorio de la Nueva España y por tanto, bandera de los insurgentes. Era la reivindicación de una Patria por nacer.

El resto del capítulo refiere al enfrentamiento entre la Guadalupana revolucionaria y la realista Virgen de los Remedios, en medio de la Guerra de la Independencia. Sin embargo, el hecho es que cada día, el fervor no desaparece, lo cual quienes viven de su explotación lo agradecen, y nosotros seguimos teniendo material para llevar la “Jihad Monesvoliana” (por llamarla de alguna forma políticamente incorrecta y por que suena chingón, ¿no?) con más ganas, y más inteligencia.

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