Sí. De hecho, la ejercemos todos los días, cada vez que usted estimado lector, expresa algo, verbal o gráficamente, lo que sea, sin que tenga a alguien por encima de su hombro vigilándole cada palabra que pronuncia, ejerce su derecho a manifestar sus ideas, emociones, expresiones, sentimientos, y cualquier otra cosa que desee, hasta tonterías si quiere, pues está en su derecho.
El día de la Libertad de Expresión es para recordar precisamente, que nadie puede ser censurado por la libre manifestación de sus ideas, ni perseguido, ni encarcelado. Este país goza una de las mayores libertades de expresión que pueda haber en el mundo. Es un derecho de los ciudadanos.
Lo que no hay es libertad para acceder a la información. Lo que sí hay es una censura y autocensura atroz hacia ciertas personas que tienen algún grado de influencia o son enemistades de alguien con la capacidad económica y política lo suficiente como para comprar las conciencias de los dueños de los medios por los cuales se transmiten esas ideas que alguien en su derecho de ejercicio de expresión manifestó.
Usted puede decir muchas cosas, pero no hay seguridad de que esas ideas vayan a ser transmitidas a través de algún medio de comunicación, público o privado. La libertad de expresión no debe de acabar sólo en el sujeto que se manifiesta, sino debe de continuar en la recepción de un oyente, o más de uno. Y a su vez, éstos también tienen derecho a expresarse, ya sean sus propias ideas o reproducir las que recibió. Y el generador original de la idea debería de recibir a su vez, las otras ideas para así fortalecer la propia, ya sea aceptando o rechazando opiniones producto de esa retroalimentación.
Pero la realidad es otra. Ese esquema bien funciona en escalas menores, tal vez un grupo de amigos, una familia, una reunión pequeña, pero para abarcar a una población mayor, se requiere de un medio lo suficientemente amplio que pueda cubrir a una gran cantidad de personas. Sean periódicos, sea radio, sea televisión, sea cinematógrafo, sea internet: lo importante es que las ideas lleguen desde su punto de origen, producto de la libertad de expresarse de una persona o un grupo de personas, hasta una población lo más grande posible. La masificación del mensaje es el objetivo de los medios de comunicación, que son el conducto por el cual la libertad de expresión multiplica los alcances de las ideas y opiniones de una sociedad.
El problema son los dueños de esos medios. El estricto apego al respeto al derecho de expresión implica que los propietarios de esos medios (privados, estatales, públicos, comunitarios o como sea) deben reproducir esas ideas y opiniones tal como cual y hacerlas extensivas a la mayor cantidad de gente que llegue a cubrir su propio medio. Desafortunadamente, ellos también ejercen su propia libertad de expresarse, y en ese sentido, su expresión es también una mercancía que puede ofertar al mejor postor o al que más conviene a sus propios intereses. Por muy liberales que pudieran ser, siempre hay una condicionante para mantener esos medios en funcionamiento y pagar a los empleados y gastos generales que implica su operación: el dinero necesario para ello.
¿Y cómo llega ese dinero? Vendiendo. ¿Y qué se pone en venta? El espacio por cual se difunden los mensajes, y en ese sentido, se comercializa el tiempo al aire o la superficie en papel o los bytes en la página electrónica, pero también, el propio mensaje que se emite fuera de esos espacios comercializados. Se venden las opiniones, las ideas, las conciencias. Y el mejor cliente en este aspecto es la nomenklatura, la clase privilegiada, los burócratas, los políticos, los gobernantes, los grandes señores del capital, los que quieren mejorar su imagen para saltar a un nuevo puesto, o los que quieren echar a perder la de otro a quien considere su rival por ese puesto o por otros intereses, qué les importa.
Por ello no esperen ver en los medios de comunicación masivos la opinión de la sociedad, sino la opinión que la gente de poder quiere que usted tenga de ellos y del mundo en que viven, que desafortunadamente, no se compara con el que usted, lector, padece a diario.
Entonces, cuando vean que feliciten a un periodista por el Día de la Libertad de Expresión, cuestionen todo lo que quieran sobre lo que significa esa felicitación, y en qué se traduce, pues, recuerden que el cuestionar, analizar, razonar, comparar, enjuiciar, sostener, fundamentar, compartir opiniones, enriquecer el debate, es precisamente lo que va antes de que usted ejerza su derecho de expresarse.
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