Es tiempo de que la Iglesia Católica Apostólica Romana haga algo con sus dogmas, específicamente el celibato de los sacerdotes. Ya no sólo para guardar las apariencias de que es constantemente violado y ocultado por las autoridades eclesiásticas (si no, pregúntele al ex obispo y actual presidente de Paraguay (1) (2) ... ¡del Poder Eclesiástico al Poder Ejecutivo!, y eso que no quieren hacer política y su reino está en cielos), sino por que lo hacen de la forma más despreciable, descargando sus calenturas con niños.
Recientemente la Cámara de Diputados aprobó castigar el delito de la pederastia con 18 años de cárcel (3), mientras que la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal detuvo a integrantes de una red de pederastras y pornografía infantil, uno de los cuales es un sacerdote(4), e incluso, hasta defendido por el clero (5) (6, ésta última, una joya del descaro) .
No hay nada nuevo en esta relación de pederastia y sacerdotes, de hecho, ya está volviéndose en una “práctica habitual” (como lo retratan en un episodio sobre el tema en South Park (7), en el que para el clero, el problema no era el abuso de menores, sino que éstos hablaran de ello) ante los frecuentes casos y denuncias (el más famoso, el del exitosamente prófugo Padre Maciel (8), hoy refugiado a la diestra del Señor como buen integrante de la cópula católica).
Claro que no todos los sacerdotes son pederastras, ni todos los pederastras son sacerdotes, sin embargo, los curas son quienes tienen la confianza incuestionable de sus fieles para confiarles a los niños pues suponen que lo último que querrían hacerles es abusar sexualmente de ellos. Por eso es que son más duras las críticas y los señalamientos, y no sólo por ser miembros de la curia religiosa.
Y no digamos la paternidad de los curas contraria a la falsa dogma del celibato. Quitar esto podría representar que los jóvenes pudieran tener más en cuenta la vocación sacerdotal como una opción de vida, y hasta profesional. Quien sabe, tal vez los escándalos se reduzcan, pero eso tampoco garantiza que sus actos maliciosos dejen de practicarse (particularmente, el hacerse los patos al ocultar "por secreto de confesión" a conocidos narcotraficantes y qué relación guardan con ellos (9)).
Y menos con imágenes como estas (10) (11) en sus propias iglesias, presumiéndonos de su impunidad legal, moral, ética y espiritual.
Con esto inauguro mi nueva etiqueta de "Hijos de puta".
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