martes, diciembre 20, 2011

Día del Escepticismo y contra el Avance de las Pseudociencias 2011

Este 20 de diciembre, se conmemora (de manera informal) el Día Mundial del Escepticismo y contra el Avance de las Pseudociencias, dedicado a la memoria de uno de los más grandes activistas del librepensamiento crítico, Carl Sagan, en la fecha de su muerte en 1996.

Dejemos que otros blogueros hablen sobre Carl Sagan, y dediquémonos hacia su influencia en el activismo escéptico, ya que el gran divulgador sostenía que la pseudociencia no sólo carece de todo fundamento y validez científico, sino representaba un riesgo para quienes recurran a ella, y si bien estaba abierto a todas las ideas novedosas que pudieran romper los marcos de la ciencia y revolucionarla, también era fervientemente juicioso y exigente en que esas nuevas ideas pasen por el filtro de la revisión, experimentación, comprobación, nueva revisión y comprobación repetitivas.

Sólo lo fundamentado, comprobado, puede pasar ese rasero.

Y esa postura se ha traspasado a estas fechas, traduciéndose en el “activismo escepticista”, que si suena a algo violento, en realidad es un ejercicio de crítica sustentada a toda la pseudociencia y paranormalismo, que ahora da resultados como los que se han logrado recientemente en España, donde las pseudociencias tienen un importante avance en su presencia curricular dentro de las instituciones de educación superior, pero ahora, las críticas hechas directamente a los responsables de las instituciones, han rendido sus primeros frutos.

No se trata de iniciar cacerías de brujas ni juicios inquisitorios, pero sí señalar que una Universidad es una institución basada en la divulgación y educación de la sociedad en el conocimiento fundamentado en hechos, comprobado, investigado, repetido, confirmado, es decir, conocimiento científico.

El problema es cuando las pseudociencias son admitidas dentro de la currícula universitaria, bajo los mismos criterios que los aplicados a la Ciencia, pero sin el rigor de evaluarlas, lo cual es un riesgo, pues directa o indirectamente, las valida como prácticas científicas, y con ello, el riesgo que implica no es sólo difundir un conocimiento falso, sino que esas prácticas cuesten a quienes recurran a ellas, no sólo un engaño económico, sino un peligro para su salud, hasta llegar a la muerte.

Validar la pseudociencia es como validar el crimen. Mejor dicho, lo es. Es validar el engaño, el fraude, y la falsedad. Denunciar la Pseudociencia como un crimen llevará directamente a acusar también a la Universidad que lo formó como copartícipe del delito. He ahí la importancia de que las Universidades no permitan la entrada a la Pseudociencia en su currícula. Claro, si es para analizarla, desmentirla, conocer sus características, sus efectos, su impacto social, es decir, como objeto de estudio, no habría objeción, si es sólo hasta ahí. Si ya entra como licenciatura, maestría, doctorado o cursos, es participar en el peligro y el fraude.

Hasta ahora, el activismo escéptico ha logrado en España que dos cursos fueran suspendidos: La Universidad de Granada, que ofrecía créditos extra por asistir a un curso de “constelaciones familiares” ; y La Universidad de Gerona, que eliminó un curso de Feng Shui .

Si hay otros, favor de mencionarlo.

Estos logros son destacables e inspiran a repetirlos en otros países donde las Pseudociencias tienen un importante avance, como en México, donde el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma Chapingo, tienen en su currícula de licenciatura, a la homeopatía como carrera universitaria.

El activismo escéptico en México tendrá una dura lucha para lograr llamar la atención de las autoridades educativas y de gobierno, hacia el error de validar las pseudociencias, pero es algo que debe de hacerse, no sea que en el futuro inmediato, la ciencia sea expulsada de las universidades y las pseudociencias capeen en ellas.

Y ese peligro es mucho mayor, ahora que recientemente, el laicismo del estado mexicano ha sido golpeado por una reforma aprobada al artículo 24, y si es ratificado por el Senado, con lo cual, las religiones, sobre todo la católica, lograrían un avance hacia convertir a México en una sucursal de El Vaticano como un estado teocrático católico.

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