jueves, octubre 02, 2008

40 años del 2 de octubre

Pensar en los 40 años de la matanza de Tlatelolco obligatoriamente lleva a un callejón sin salida en el que se encuentran dos posturas, que pese a ser opuestas, son iguales en un objetivo, el imponer un punto de vista sobre el otro.

Por un lado está la romántica visión de los jóvenes que salieron a la calle a demandar justicia y cambio social, en un movimiento espontáneo pero en repuesta al autoritarismo social y gubernamental, que pretendía impone el orden sólo para sacar adelante los juegos olímpicos de 1968 y quedar bien ante el mundo.

Está la otra visión de que lo ocurrido fue una “decisión de Estado” para evitar la conjura internacional del comunismo que pretendía derrocar al gobierno mediante el movimiento estudiantil, y que requirió de la difícil y dura acción que la historia juzgará.

Entre esas visiones, una mirada neutral, fría, centrada e imparcial no tiene lugar y es condenable por que no toma posición a favor de una o de otra.

Se dice que la inconformidad nace de un clima de transformación global que se vivía en los años 60, con la psicodelia, la liberación sexual y femenina, los movimientos pro derechos humanos y estudiantiles, el autoritarismo de sociedades conservadoras recién instaladas tras la segunda guerra mundial, y el comienzo del dominio mediático de la opinión pública al servicio de las clases dominantes. Inconformidad que encontraba en las drogas un escape, en la música un deshago, y en la izquierda socialista, una utopía (no necesariamente estos elementos en conjunto, sino como un marco).

Dicen los represores aseguran que son encabezados por una conspiración del socialismo soviético y cubano, con el objetivo de derrocar a los gobiernos “democráticos” posrevolucionarios, y para evitar la desestabilización del orden social, hubo de aplicarse la fuerza.

Dicen los que juran que el movimiento era democrático y espontáneo, que no era parte de una conspiración de la izquierda comunista. Pero eso es imposible de sostener, por que sí existía una orientación izquierdista, era clara e imposible de dejarla fuera del movimiento. Si era o no el brazo móvil de esa conspiración, nunca lo sabremos.

Dicen que todo nació de una represión autoritaria, dicen que fue una acción de estado contra un intento de desestabilización.

Sea una o la otra, a 40 años las cosas han cambiado por fortuna, para bien y para mal. Hay más libertades, pero también menos oportunidades. La inconformidad cambió, son otros motivos, pero desafortunadamente, las visiones siguen vigentes, y ambas siguen llevando a quienes quieren justicia, al camino sin salida de la manipulación disfrazada de “justicia social”, y de “orden y prosperidad”, de “disidentes” y “oficialistas”.


En 40 años, todo cambió, y nada cambió, pero nada es igual a entonces.

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