Poco después de iniciado el ciclo escolar en la secundaria número 52 en Yavaros, un puerto del municipio de Huatabampo ubicado al sur del estado de Sonora, donde están instaladas varias industrias de sal y enlatadoras de pescado, ocurrió un raro fenómeno. 19 estudiantes de dos grupos de esa escuela, empezaron a reir sin control luego experimentaron mareos, vómito, alucinaciones y desmayos. Nadie se explicaba la causa. Los muchachos fueron llevados a los hospitales en la cabecera del municipio, donde los diagnósticos no llegaban a algo conclusivo; podía ser por intoxicación por contaminantes habituales en el puerto, o por causa de algún virus o bacteria.
Los medios de comunicación comenzaron a demandar al gobierno del estado una explicación de este fenómeno, pues lo calificaron como una epidemia bautizándola como "Mal de Yavaros". Los jóvenes fueron llevados a la capital del estado, Hermosillo, donde se les atendió en el Hospital General del Estado. Entonces, ante la insistencia de los padres y la presión de los diarios locales, el Secretario de Salud Pública, Raymundo López Vucovich, emitió el primer comentario oficial sobre el padecimiento. Sólo mencionó que físicamente los jóvenes estaban en buenas condiciones de salud, descartándose causas toxicológicas e infecciosas, y solicitó a los medios que respetaran la decisión de la Secretaría de revelar la causa del padecimiento sólo a los padres de los jóvenes.
Obvio que ni los padres, mucho menos los medios, quedaron contentos con la explicación, y ante la recaída de nueve de ellos más el hermano de uno de los afectados, que no había sido afectado la primera vez, incrementó el descontento de los familiares y columnistas de diarios. Finalmente, el secretario de salud comunicó el diagnóstico que su dependencia resolvió sobre el caso: Transtorno Conversivo, es decir, una especie de histeria colectiva provocada por altos niveles de tensión social, y de nuevo, pidió que se aceptara el diagnóstico, validado incluso por especialistas en el tema en el país (a) (b).
Nuevamente la negativa de aceptarla por padres y medios fue presión ante la aparente falta de credibilidad del diagnóstico e insistían en que las causas eran la contaminación por las industrias salinera y enlatadora.
Finalmente, la Secretaría de Salud revela lo que asegura los jóvenes declararon en su convalecencia: los jóvenes habían jugado la ouija y se habían influenciado por una secta de adoradores de Satanás. Se dejó en claro que la tensión de esos jóvenes por ocultar esas prácticas, fue lo que provocó los síntomas manifestos, más no que fueron poseídos por espíritus o el diablo. La explicación fue el acabóse para los medios, y no dejaron de hacer mofa de ella. Pero también hubo religiosos que declararon desde el que no se dejara a los jóvenes acercarse a ese juego, hasta la posesión demoníaca de los afectados por alejarse del camino de Dios.
Los jóvenes regresaron a su localidad, pero no ha sido fácil reincorporarse ante la burla y la vergüenza de los demás pobladores, los medios se olvidaron del caso. Lo que una vez fue motivo de alarma, hoy es de pena ajena y silencio del olvido.
Este post es motivado por uno publicado recientemente por el Señor Noguez en Marcianitos Verdes... Una disculpa por no haberlo mencionado antes.
1 comentario:
Ya había visto algo sobre este caso. Mientras la historia garantice un misterio o una conspiración, todo mundo opina, dice, publica, pero cuando finalmente todos los cabos están atados, ni quién se acuerde. Esas explicaciones racionales tan molestas, le quitan la emoción a la vida y no venden bien.
Buena síntesis. Saludos, P.
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